Siempre he valorado la honestidad
y más que ello valoro a la gente que tiene palabra, pues para mí, es un gesto
no solo de esta, sino de voluntad,
sinceridad, respeto y confianza en sí mismo.
Últimamente la gente no le da
importancia a su palabra, hasta en detalles sencillos como ser puntual, se
falta a lo acordado; ya ni hablar de citas canceladas de último minuto y sobre todo, de dinero.
He razonado que cuando una
persona falla a su palabra, se falla a sí mismo y a los demás, y pierde algo de
gran importancia para las relaciones sociales: la confianza.
Cavilo que una persona que no cumple lo que dice ante los demás, tampoco lo cumple para sí mismo, y si se propone algo seguramente no lo logra, pues sus palabras dejan de tener valor.
Cavilo que una persona que no cumple lo que dice ante los demás, tampoco lo cumple para sí mismo, y si se propone algo seguramente no lo logra, pues sus palabras dejan de tener valor.
Recuerdo que mi abuela me contó
que mi bisabuelo era gallero y en una pelea de gallos apostó una cantidad que
sobrepasaba sus límites y perdió. Cuando
fueron a buscarlo para cobrar la deuda, no estaba, y mi abuelo le dijo al señor
que pasara a esperarlo, pero le dijo que no, que sabía que mi bisabuelo tenía
la virtud de no faltar a su palabra y que sabía que iría a buscarlo para saldar
su cuenta y así fue.
Eso ha calado hondo en mi vida,
generalmente sólo me echo encima compromisos con los que puedo cumplir, hago
citas que realmente me interesan y cuando no puedo o no quiero, soy honesta.
Hay gente a la que no le gusta la honestidad, hay gente que prefiere que les
des por su lado o que les digas de manera adornada que no estás de acuerdo, que
no te interesa o que no te da la gana, no digo que lo diga de mala gana, pues siempre
he creído que la honestidad no es una excusa para ser poco amable, pero aun siendo
amable, no a toda la gente le agrada.
Hace unos meses fui a pedir
empleo y me llamaron para una entrevista, por teléfono pregunté sobre la paga
ofrecida, que más allá de ser poca, era ofensiva. Y bueno, pregunté para saber
si era conveniente pagar en la transportación
y hacer la inversión en los requisitos solicitados. Total que le dije que no podía
agendar una cita porque esa paga no me valía para sufragar mis gastos mensuales
y la señora me dijo en tono molesto “¿y cuánto esperabas?” Y le dije
cortésmente que en vista de los requisitos y el desempeño del cargo, al menos 4
veces lo que ofrecía. Y muy molesta me dijo que la gente no quiere trabajar,
que todo quiere regalado. Obvio ella no me conoce de nada, soy una persona
trabajadora, pero quiero algo justo que pueda mantenerme, y le dije que estaba
equivocada, le agradecí su petición y le dije que esperaba que diera con una
persona a la que le pareciera bien el sueldo. Acto seguido, colgamos.
Yo podría haberle dicho
simplemente que sí, que iría a alguna hora y luego dejarla plantada, pero
preferí que ella guardara el sitio para otra persona, porque no me interesaba y
porque además iba a faltar a mi palabra, pues entonces mejor decir que no.
A mi ser honesta me ha causado algunos
problemas durante la vida, creo que ha sido porque la mayoría de las veces digo
lo que siento y pienso, de una manera directa, aunque he tratado de ponerme filtros y ser
diplomática, pero no siempre me sale.
Procuro como propone Maurois “no
decir todo lo que pienso, pero no decir
nunca lo contrario a lo que pienso”. Pues yo en la vida aprendí, que no es
bueno dar un consejo y una opinión que no se te ha pedido, sobre todo si no beneficia o no estás involucrado en el
problema.
Tampoco nunca he buscado herir a las personas, aunque
en ocasiones me han dicho que mis palabras les han lastimado, porque han caído como
un balde de agua fría. No me gusta dañar a las personas, ni hacerles sentir
mal, pero tampoco me gusta mentirles por normas sociales, ni por agradarles,
considero que cuando uno pide una opinión, debe estar preparado para
escucharla.
Algunas veces pienso por qué la
gente dice palabras que de antemano sabe
que no podrá cumplir, por pretender agradar, y al final terminan ganando desconfianza.
O no sé, a lo mejor yo soy de esas personas que prefieren que les digan que NO, así rotundo y sincero, a que les dejen manteniendo falsas esperanzas, o que me digan que no tienen ganas de verme para un café, porque entiendo que a fin de cuentas no siempre se está de humor a que me cancelen de último minuto con un pretexto absurdo. O que me digan que no podrán pagarme en el tiempo esperado y no me tengan dando vueltas y luego de plano dejen de tomarme las llamadas.
O no sé, a lo mejor yo soy de esas personas que prefieren que les digan que NO, así rotundo y sincero, a que les dejen manteniendo falsas esperanzas, o que me digan que no tienen ganas de verme para un café, porque entiendo que a fin de cuentas no siempre se está de humor a que me cancelen de último minuto con un pretexto absurdo. O que me digan que no podrán pagarme en el tiempo esperado y no me tengan dando vueltas y luego de plano dejen de tomarme las llamadas.
Para mí, de verdad es muy
importante la honestidad en las palabras, para el gesto que sea. Me gusta la
franqueza, la confianza y el poder que pueden tener las palabras y cómo este se representa en las personas cuando cumplen lo dicho.
Últimamente me he topado con
mucha gente que no cumple sus palabras y me causan un profundo rechazo,
pues al fallarme he perdido la confianza
en ellas, para mi pierden toda credibilidad, que difícilmente podrán recuperar.
Me pregunto la gente que no es honesta es su palabra ¿qué virtudes tiene? Pues
al no cumplir con tu palabra fallas en la honestidad, el respeto, la lealtad,
la confianza y a la relación que tengas con la otra persona y si no tienes eso ¿qué puedes tener que valga?